lunes, 14 de septiembre de 2009

Llegada a Ciudad de Mexico

Segundo amanecer en Mexico, nublado, muy nublado. Es temporada de lluvias por estos pagos y las lluvias tropicales merecen respeto. Pero empecemos por el principio.
El vuelo Buenos Aires-Mexico fue larguísimo!!! Yo estaba muerta después de 3 días de dormir poco, mal y en cualquier lado (léase colectivo, sillón, etc. ¿qué se imaginaron?), así que apenas subí al avión y despegamos me acomodé en mi asiento clase turista con mi almohadita y manta de polar de Mexicana de Aviación y ronqué un buen rato (es una manera de decir ¡espero no haber roncado!) hasta que escuché el tintineo de botellas acercándose, al comprobar que la azafata se acercaba con comidita me incorporé y traté de despabilarme un poco.
Me sirvieron pero no comí nada, recibí la bandeja más para chusmear si había algo tentador que por hambre, así que antes que retiraran todo ya estaba de nuevo en los brazos de Morfeo.
Al rato me desperté nuevamente, no porque hubiera descansado lo suficiente, sino por pura incomodidad. Ya no sabía como ponerme para que no se entumezca alguna parte de mi cansado cuerpo. Traté de leer un rato (tenía el libro que me regalo Ana para estrenar en el vuelo), pero cuando leí tres veces el mismo párrafo del prólogo y aún no podía retener nada también lo abandoné.
Fue ahí que mi compañera de asiento me preguntó algo sobre el libro en un intento por iniciar conversación. Nos pusimos a charlar y resulta que la mujer es Doctora en Psicopedagogía especializada en pedagogía intercultural, y ahí comencé a realizar un esfuerzo más serio por despertarme y seguir el hilo de la conversación.
Patricia (así se llama) fue a Argentina al encuentro que cada dos años realiza la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS, los sociólogos saben de que estoy hablando) y que este año se hizo en Buenos Aires. Aproveche el encuentro para indagar en la realidad mexicana, la situación de las universidades interculturales (cuyos proyectos me entusiasmaban y tenía intensiones de visitar algunas sedes, pero Patricia me dio una opinión muy crítica de cómo el gobierno se estaba adueñando de procesos de construcción colectiva identitaria para desarmar movimientos sociales) y también sobre como se había desarrollado el ALAS (para chusmear ¿vio?).
La charla fue super interesante y me dejó con algunas cosas para pensar, una lista de autores para leer y algunos contactos en distintas Universidades Interculturales y Movimientos Sociales especialmente en Guadalajara. Patricia, que es Profesora de grado y posgrado de la UNAM, también me invitó asistir el viernes al seminario de posgrado que dicta en la UNAM sobre pedagogía intercultural. Por lo que me dijo trabaja mucho con técnicas que ponen en juego el cuerpo y me entusiasmé. Le conté de mi experiencia con el psicodrama y la biodanza y ella se entusiasmo. Parece que es un grupo con algunas resistencias a poner el cuerpo en juego. Después de todo son estudiantes de posgrado…¿no deberían pasar la mayor parte de su tiempo entre libros? Saber no es lo mismo que hacer, y el conocimiento que no se pone en juego en la praxis carece de valor transformador. Creo.
La cuestión es que mañana voy al seminario y después les cuento. Lo que me llama la atención de todo esto es como el mundo académico me persigue.
Cuando terminé de cursar y quise tomarme un tiempito sin pensar en la facu, me fui al noroeste argentino y sin darme cuenta unos amigos de mis viejos me invitaron a una excursión de 5 días (tienen una agencia de viajes) con tres españolas. Lo que no me dijeron era que dos eran historiadoras y una geógrafa y habían ido a Salta a un Encuentro sobre estudios de género. La pasamos genial, eran muy piolas, pero también hablamos un montón de cosas que a los simples turistas no les interesa en lo más mínimo y la cuestión es que ¡yo sólo quería ser una simple turista!
Así están las cosas.
Finalmente después de otra de mis siestas entumecedoras llegamos a Mexico.
Lluvia torrencial, es la época (o Rodri tiene razón y soy yeta).
Del aeropuerto fui a la casa de Mariano (un argentino que vivió un tiempo en Ushuaia y hace 5 meses que esta acá) y Evelyn (su novia mexicana), con ellos también vive Andrés (un uruguayo que hace un año vino “a ver que onda”).
Me recibieron muy bien (yo no conocía a ninguno) y charlamos un rato. Estoy muerta de sueño, pero me esfuerzo por disimularlo (seguramente sin éxito). Cenamos unos pescaditos fritos (aparentemente universales) y un puré de papas y chayote (¡ya empezaron las cosas raras!). Duchita y a la cama o en este caso a la bolsa de dormir.
Al día siguiente me levanto no se a que hora (no tengo despertador, ni reloj, ni calculadora, ni agenda; todo quedo en La Plata con el celular). Me lavo la cara, los dientes y como no hay señales de vida en el resto de la casa (Mariano trabaja en una panadería y rotisería argentina y se va a las 5,30 o 6 de la mañana y el resto duerme). Habíamos quedado con Evelyn que íbamos a ir al Museo Antropológico y a la oficina de turismo a que me llenen de folletos, pero como no se la hora no me animo a despertarla. En cambio, decido aprovechar el rato de silencio y soledad para chequear los mails y dar señales de vida. También chusmeo la biblioteca y encuentro libros de Barman, Foucault, fotografía y empiezo a sospechar que no exagero cuando digo que el mundo académico me sigue. A las dos horas o un poco más aparece Evelyn y durante el desayuno descubro que estudió Comunicación Social en la UNAM y recientemente terminó su tesis de Maestría en Artes Visuales.
Decidimos salir a ver el mundo, o por lo menos algo de Ciudad de Mexico, pero en lugar del Museo Antropológico inauguramos mi visita al DF con la Casa Azul el museo de la casa en la que nació, vivió y murió Frida Kahlo.
Ya caminando por las pobladísimas calles de la ciudad descubro que cambié el celeste y blanco de Rosario (a causa del partido las calles se vistieron de los colores patrios) por el verde, blanco y rojo de la bandera mexicana, ya que el 15 se festeja la independencia y la gente de por acá se toma muy en serio esta fecha.
Nos tomamos el subte en Chilpancingo (al principio decía champancito ya que así me sonaba, hasta que lo vi escrito y me di cuenta de mi ignorancia) para ir a Coyoacan (tierra de coyotes en nahuatl, que es un barrio de la ciudad). Llegamos a destino después de hacer combinaciones y caminar unas cuadras por un tranquilo barrio residencial hasta la Casa Azul.

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